Fuente: elaboración propia
Este año se celebran 30 años de Constitución en España. Después de tres años de Guerra Civil y casi cuatro décadas de dictadura franquista los españoles entramos en una nueva época democrática con entusiasmo y ganas de salir del pozo en el que se encontraba el país; pero parece que las "dos Españas" de 1936 todavía no se han superado.
En el Congreso de los diputados todos hablan pero ninguno escucha. Tanto es así que hace apenas cuatro años Jose Antonio Labordeta, representante de Chunta Aragonesista en el hemiciclo, mandó "a la mierda" a todos aquellos que le faltaron al respeto mientras boicoteaban su intervención. En los últimos meses la oposición desacreditaba al gobierno con insultos y faltas al respeto. Esta situación es similar e igual de lamentable en las Comunidades Autónomas.
El pasado martes y miércoles se celebró en las Cortes de Aragón un pleno en el que se debatía principalmente el trasvase del agua a Barcelona y el proyecto de Gran Scala. Poco tiempo trascurrió hasta que aquello pareciera un patio de colegio y para que llegaran los primeros insultos y faltas de respeto. EL portavoz del PP, Jose Ignacio Senao, llamaba pichon al consejero de Industria, Arturo Aliaga, y sugería su destitución. Aliaga le contestó con la misma estrategia: "está usted haciendo el ridículo y hasta sus compañeros se están dando cuenta". Mientras tanto, en mitad del debate, el presidente del Gobierno de Aragón, Marcelino Iglesias, abandonaba el Palacio de la Aljafería.
Que el presidente del gobierno de Aragón abandone un pleno cuando todavía no ha terminado parece algo normal en este país, o por lo menos no es noticia. La noticia es lo que han dicho unos y otros y lo que se han contestado aunque ni siquiera hayan tomado diez segundos en escucharse.
Un pilar fundamental de la democracia es el respeto y, desgaciadamente, nunca nos respetaremos mientras nuestros representantes no lo hagan.